Todos queremos ser queridos. Puede ser muy fácil o muy complicado. Hay un poco de azar, un poco de magia, un poco de realidad y mucho de cotidiano. Sólo hace falta encontrar el prestidigitador,
el alquimista de nuestra fórmula personal, que nos fabrique un rato de fantasía cada día. Nuestro Napoleón o nuestra Eloísa. Alguien que nos enseñe lo sencillo que puede ser, un truco de manos,
una palabra o un elixir. Cada uno puede escoger.